Introducción
La investigación nunca es neutral, ya se trate de Investigación Empírica o Conceptual, ya sea que se aborda con procedimientos cuantitativos o cualitativos. No existe ciencia ni investigación ajena a las controversias y deliberaciones sobre los propósitos, los procedimientos y las consecuencias posibles del conocimiento que generan. Toda investigación responde a motivaciones, a preguntas, y siempre tiene efectos y consecuencias. Tanto las unas como los otros son, necesariamente, de carácter moral. Cuando investigamos no adoptamos sólo una posición intelectual ante la realidad sino también una posición ética: respondemos no sólo a lo que es posible sino sobre todo a lo que es deseable y adecuado.
Y ello se asienta en una realidad que, por evidente, a veces olvidamos y dejamos en la insignificancia (es decir, sin significado y sin valor): investigar es una actividad humana, realizada por hombres y por mujeres que siempre tiene repercusiones, que siempre afecta a otras mujeres y a otros hombres (por acción, por exclusión, en positivo, en negativo). No es difícil buscar ejemplos: desde la investigación con usos militares a las vacunas, desde la clonación o las técnicas de detección de comportamientos «sospechosos» en espacios públicos a los hábitos de consumo; cualquiera que sea el ámbito científico del que hablemos, no podemos zafarnos de las preguntas sobre el sentido y el valor ético del conocimiento que se genera y de los procedimientos utilizados para ello.
Todo lo anterior cobra una especial fuerza en las Investigaciones en Matera Civil Privadas y en Materia Penal Pública. Porque las Investigaciones en Materia Civil Privadas y en Materia Penal Pública, es una actividad de las que depende el éxito decisivo de cada caso, lo cual se traduce en la resolución del problema que implica la determinación de si un hecho tiene los elementos necesarios para que sea un delito o precisar la comisión de un acto jurídico que sea cuestionado, descubrir las circunstancias y evidencia probatorias y establecer cuál es la persona que puede ser su autor. Por lo que es una actividad intencional, institucionalizada, de acción pública y/o privada, y sobre todo, es una actividad moral. Nuestra legitimidad para investigar, depende de que podamos justificar que lo que hacemos y cómo lo hacemos contribuye a «humanizar» a las personas cuyos casos particulares y específicos, nos llegan y quedan a nuestro cuidado: es decir, que les permite ir siendo cada vez más libres, más capaces de tomar sus propias decisiones y depender de su propio juicio.
Siendo así, la Investigación Civil Privada (ya sea realizada por expertos o por académicos) será, también, una actividad regida por valores. En LÓPEZ V. INVESTIGACIONES & AFINES no investigamos sobre objetivos o realidades físicas estables, sino con ideas, pensamientos, juicios o acciones de personas singulares (ya sean criaturas pequeñas, jóvenes, madres, padres, docentes, comerciantes, esposos, esposas, profesionales x…). No son datos o artefactos técnicos lo que tenemos ante nosotros, sino «pedazos» de la vida de alguien: sus ideas, temores, certezas, preocupaciones, acciones… Y es importante pensar en el compromiso que adquirimos al acceder a ellos y tomarlos para conocer mejor una realidad, y mejorarla.
La investigación, por tanto, no es una actividad instrumental sino regida por valores, referidos a:
- los propósitos de la investigación: para qué, a quien beneficia.
- el proceso de investigación: cómo logramos los datos, es legítimo preguntarlo todo, cómo arbitramos los conflictos de intereses.
- las relaciones con las personas involucradas: qué responsabilidades aceptamos para no perjudicarlas, qué capacidad tienen para hacer valer sus puntos de vista.
Puesto que estamos en el territorio de la ética, de los valores, no existen reglas a seguir ni fórmulas que nos digan que estamos haciendo lo correcto. Existen algunos principios y, sobre todo, existen dilemas. En todo caso, quizá lo más importante es la actitud de interrogación: preguntarnos por el sentido y las consecuencias de lo que hacemos. Las respuestas deberán ser fruto de la deliberación, es decir, de la reflexión que toma en cuenta las circunstancias específicas del caso, así como las razones y las consecuencias de nuestras decisiones.
¿Para qué se investiga?
La investigación siempre está comprometida con la realización de ciertos valores, nunca es simplemente un asunto intelectual (buscar conocimiento), como si ello no afectara al para qué, para quién, a quién beneficia, si saldrá alguien perjudicado, si será de utilidad a alguien… Aunque pudiera parecer que preguntarse para qué se investiga es una pregunta retórica, es muy importante planteársela y ser conscientes de la dimensión ética que hay implícita en ella. ¿Es defendible éticamente una investigación que emprendemos sólo para satisfacer nuestra curiosidad intelectual? ¿Debe tener una utilidad social toda investigación? ¿Qué significa que es socialmente útil? ¿Quién lo define? Se trata de cuestiones de enorme importancia pero que no tienen una respuesta única, porque no es posible establecer qué es un bien público o cómo una investigación puede ayudar a mejorar la práctica. Podemos y debemos hacernos las preguntas relevantes y buscar respuestas con honestidad.
¿Por qué queremos investigar? ¿Está de moda, es útil, nos lo han pedido, nos beneficiaremos posteriormente con reconocimiento, queremos conocer una realidad para poder luego establecer una propuesta de acción?
¿A quién le beneficia la investigación? ¿Será útil sólo para quien la emprende porque satisface su curiosidad intelectual? ¿Proporcionará a las personas y sus familias un mejor conocimiento de lo que ocurre en el centro? ¿Ofrecerá argumentos para que se justifique una determinada actuación?
¿A quién va a destinarse la información que obtengamos y elaboremos: al solicitante, al investigado, a las personas y sus familias, a la comunidad? ¿Dará poder a alguna de las partes implicadas?
El proceso de la investigación ¿De parte de quién estamos?
La Investigación en LÓPEZ V. INVESTIGACIONES & AFINES siempre se sitúa entre lo privado y lo público, entre el derecho a conocer y la privacidad de las acciones, pensamientos o sentimientos de las personas que nos proporcionan información. Porque, indica, cuando investigamos somos huéspedes en espacios privados del mundo.
¿Dónde está el límite entre lo privado y lo público? ¿dónde está el derecho a saber o el derecho a la intimidad? ¿Qué cuestiones de poder están involucradas? ¿Quiénes tienen más oportunidades de salvaguardar su intimidad? ¿Quién corre más riesgos? ¿Quién tiene más oportunidades de hacer visibles y de hacer prevalecer su criterio?
¿Qué es prioritario? ¿El bien público, la necesidad de conocer, la protección de las personas que participan? ¿Las personas o las instituciones? ¿Los procedimientos o las personas? ¿El interés de los débiles o el de los poderosos?
En estos dilemas, que hay que plantear y resolver en su contexto, debería considerarse que los intereses de las personas son prioritarios sobre los de la neutralidad (no tomar postura) o la cientificidad; la dignidad de las personas es un valor a proteger que, al mismo tiempo, no pone en peligro el rigor y la solvencia de la investigación sino que, justamente, es un valor añadido como actividad no sólo científica sino también moral.
La Investigación Civil Privada, la que busca mejorar la práctica, presta especial atención a los puntos de vista de las personas. Y ello hace que debamos plantearnos cómo acceder a esos puntos de vista, si existen límites a las preguntas posibles, y cómo garantizar que quienes nos ofrecen información no corren riesgos al hacerse pública.
¿Cómo promover la participación responsable de las personas en La Investigación? ¿Es necesario que cada persona de la que tomamos información lo sepan y conozcan qué uso se va a hacer de ella? ¿Es correcto observar a las demás personas, a las niñas y los niños sin que lo sepan? ¿Debemos pedirles información sin decirles para qué? ¿Es adecuado utilizar las ideas y palabras de una persona que no sabe que lo estamos registrando?
¿Todo es posible investigarlo, preguntarlo? ¿Dónde están los límites? ¿Quién los pone? ¿La investigación encubierta es aceptable éticamente?
¿Ocultar información que podría perjudicar nuestros intereses es una forma de engaño? ¿Es engañar expresar mayor amistad de la que sentimos para inspirar confianza y lograr nuestros fines?
¿Quién decide lo que es verdad? ¿Qué ocurre cuando hay diferentes interpretaciones sobre un mismo hecho? ¿Quién tiene mayor capacidad para hacer oír y defender sus puntos de vista? ¿A quién corresponde proteger los intereses de quienes tienen menos capacidad de influencia?
¿Con quién negociamos el acceso a la información y las condiciones de su uso? ¿Con todas las personas implicadas? ¿Sólo con quienes pueden ponernos dificultades? ¿Con las funcionarios y funcionarias policiales pero no con las personas particulares?
El principio básico que puede ayudarnos a responder a estas preguntas (y a otras muchas que pueden surgir) sería aquel que indica, como ya he señalado antes, que los intereses de las personas prevalecen sobre cualesquiera otros; que es responsabilidad de quien investiga establecer las normas para proteger a las personas (incluso evitando temas que sean «sensibles» si no son sustanciales) y mediar en los conflictos de intereses poniéndose siempre del lado de quienes tienen menos capacidad de hacer oír su voz y defender sus posiciones. Hay establecidas algunas normas básicas en ese sentido: el consentimiento informado, la confidencialidad y el anonimato son las más comunes. El consentimiento informado implica que buscaremos el modo de que las personas que nos ofrecen información lo hagan sabiendo que lo hacen y qué uso se va a hacer de ella. El anonimato implica que ninguna persona será identificada y que buscaremos el modo de proteger su identidad de modo que no corra ningún riesgo al quedar expuesta públicamente. La confidencialidad se refiere al compromiso de utilizar de manera discreta, sin revelar la autoría y perjudicar a esa persona, lo que alguien nos dice.
Cuidar las relaciones: respeto y confianza
La Investigación Civil Privada nos exige un complejo equilibrio entre el compromiso y el distanciamiento. El distanciamiento que nos permite ver lo que tenemos ante nosotros. Y el compromiso necesario para implicarnos, para dejarnos afectar por aquello que investigamos. Sólo aquello que nos afecta nos genera auténtico interés, aquel que, a su vez, será el que perciban las personas a quienes pedimos colaboración.
La Investigación Civil Privada es una actividad relacional, en la que nos interesamos por las perspectivas, las vivencias, de otras personas sobre la realidad que deseamos conocer. El respeto a esas personas será el pilar sobre el que construir la confianza que debemos generar para que nuestro conocimiento sobre la realidad sea valioso. La credibilidad de los datos que obtengamos depende, en primera instancia, de la confianza que logremos generar en quien ha de proporcionárnoslos. Así que hablamos de un criterio de orden ético pero con repercusiones claras de orden epistemológico.
¿Cómo podemos hacer patente el respeto a las personas y tratar de conseguir su confianza? De la experiencia de muchas investigadoras y muchos investigadores, podemos extraer algunas sugerencias:
Practicar la escucha: prestar atención, tener auténtico interés en lo que alguien tiene que decirnos, esforzarnos por captar el sentido de lo que nos dice, en sí mismo y no en función de nuestros propios criterios.
Respeto a la autoría de la información; no apropiarse de lo que es de otras personas; no tergiversar lo que nos dicen, no «censurar» ideas u opiniones que no compartimos.
Que quienes nos dan información sepan que la vamos a utilizar y qué riesgos corren al ofrecérnoslas. Ofrecer garantías de confidencialidad y anonimato. Informar sobre lo que vamos a hacer, el uso que le vamos a dar a los datos, para conseguir consentimiento; no ocultar información, total o parcialmente, con el fin de lograr lo que queremos y así salvar obstáculos.
Respeto a las posiciones de las personas. Presentar la información que nos ofrecen sin juzgar a las personas. Hacernos preguntas, conjeturas, pero evitar el enjuiciamiento. No prescindir de los matices para ir a «lo general». No ocultar información para evitarnos conflictos.
Buscar comprender, no tener razón. Escuchar significa abrir nuestra mente a lo nuevo, a matices, hipótesis, pensamientos que no habíamos considerado. Cuidar que las preguntas que hacemos no dirijan las respuestas, ahogando las posibilidades de que surjan ideas o planteamientos nuevos, no previstos.
Tratar de entender no significa compartir. Buscar significados, entender lo que ocurre, generar preguntas es parte fundamental de todo proceso de investigación. No tener prisa por encontrar las soluciones, detenerse en plantear hipótesis.
Respetar siempre los acuerdos establecidos. No comprometernos a lo que no podamos garantizar porque no está en nuestra mano.
Respetar la diferencia sexual: nombrar la realidad como es, en femenino y en masculino. Visibilizar y nombrar a las mujeres y a los hombres (en el lenguaje, en la desagregación de los datos, en la identificación de quien ofrece qué perspectiva) no es una cuestión lingüística sino epistemológica. Lo que está en juego no es la corrección gramatical sino la credibilidad sobre la información que ofrecemos y, por tanto, sobre la verdad de la realidad que mostramos.
Preguntas clave en una investigación que aspira a establecer relaciones más democráticas entre quien investiga, quien es investigado, y otras «audiencias» posibles interesadas en la investigación:
- ¿A qué necesidades e intereses responde la investigación?
- ¿A quién pertenecen los datos (a quien investiga, a quien ofrece la información, a quien financia el estudio)?
- ¿Quién tiene acceso a los datos?
- ¿A quién se excluye o a quien se le niega acceso?
- ¿Cual es el estatus de las interpretaciones que realiza quien investiga frente a las realizadas por otras personas? ¿Quién decide quién dice la verdad?
- ¿Qué obligaciones contrae quien investiga frente a los participantes, a quienes financian la investigación, a sus colegas?
- Quién investiga, ¿de parte de quién está?