Por María Laura Quiñones Urquiza, Argentina
Buscaba escalar y sorprender en la madrugada a mujeres para concretar una fantasía relacional, en la cual gozar de poder y elevar su autoestima. Sabía que su impulso era como un castigo para ellas “yo no hago esto habitualmente, pero vos te lo mereces”.
Ambicioso, estudió lugares “bien”, es decir de buen poder adquisitivo, y los ritualizó, se ancló en ellos haciéndolos tan suyos, que aumentó la frecuencia de sus ataques de un modo desafiante. Su astucia para este delito, hizo que su carta de presentación fuese efectiva para bajarles la guardia y poder atarlas: “Quedate tranquila, no soy violador, ni asesino”.
Imponer las bombachas que debían usar durante los ataques es un ritual fetichista, la pulcritud de una prenda íntima que simbolice lo nuevo, lo limpio y a lo que él tiene acceso, lo hace sentir especial e incrementa su excitación.
Una vez que las tenía dominadas, narrarles cómo iba a poseerlas sexualmente era innecesario, pero emocionalmente gratificante. Evitaba mantener contacto visual al accederlas porque ver el pánico de ellas, descendía su deseo sexual. En el fondo, quería ser “alguien” antes de volver a cargar con el peso de ser como todos, pero no parecerse a ninguno.
Fuente: http://mensrea-actusreus.blogspot.com/2011/05/agresor-sexual-ritualista.html
publicación autorizada a criminalistica.net
Referencias adicionales:
Perfil Criminal publicado en el Diario El Clarín el 09.05.2011
Juicio al sátiro de la bombacha: lo acusan de 21 violaciones
Fuente: http://www.clarin.com/policiales/Juicio-satiro-bombacha-acusan-violaciones_0_477552318.html